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LOS COLLEGIA FABRORUM
ROMANOS Y EL ORIGEN DE LA MASONERÍA
Los más remotos
antecedentes occidentales de las corporaciones de oficio
se sitúan en los collegia romanos (Plutarco,
Numa, 15 y Plinio, Hist. Nat. 34.1). Todavía se
conservan restos de la antigua legislación de las XII Tablas
(Digesto 47,22,4) en materia de los grados de profesionalización
de los asociados.
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Monumento
funerario a Lucio Alfio, Maestro de Obras de Aquila, siglo III,
Italia |
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La política
romana en esta materia penduló entre la tibia permisibilidad y la prohibición matizada,
hasta que fueron prácticamente intervenidos por la Administración
Pública como forma de controlar los contratos colectivos de
trabajo en áreas sensiblemente vitales para el Imperio. Como
compensación por este intervencionismo estatal, los colegios
artesanales gozaron del privilegio de exención del servicio militar (Not.
Teod. 1,26), la dispensa de funciones municipales (Cód.
Teod. 12,1), la exención de ciertos impuestos y cargas
extraordinarias (Cód. Teod. 14,2,2) o de todo servicio
público, etc. : “Ordenamos que los que practican las artes
enumeradas en lista adjunta, sea cual sea la ciudad que habitan,
estén exentos de todos los servicios públicos, a condición de que
dediquen su tiempo a aprender sus oficios. Por este medio pueden
llegar a ser más provechosos y enseñar a sus hijos: Arquitectos,
constructores de techos artesonados (laquerarii), yeseros,
carpinteros, médicos, canteros, plateros, constructores,
veterinarios, albañiles (quadratarii), oradores (barbaricarii),
los que hacen pavimentos (scansores), pintores,
escultores…” (Edicto de Constantino del año 337, recogido en el
Código Teodosiano 13,4). Sin embargo, este constante
intervencionismo acabó por anquilosar la fuerza productiva de los
collegia que, faltos de estímulo e incapaces de soportar
las exigencias de la maquinaria estatal, entraron en decadencia.
Respecto al Imperio
romano de Oriente, las medidas coercitivas apenas tuvieron
repercusión. Por el contrario, en contraste significativo con el Codigo Teodosiano y demás legislación del Imperio romano de
Occidente, el Código de Justiniano mantiene y aplica en Oriente
precisamente aquellas leyes que consagran las inmunidades o los
privilegios de los obreros (Cod. Justin. 10.44.1; cf. Cód. Teod.
12.4.2). Respecto a sus costumbres internas, sus miembros se
reunían en fechas determinadas en los lugares de asamblea que las
inscripciones designaban con el nombre de «scholae». Tenían sus
propios templos y toda una serie de instituciones y costumbres
religiosas (por ejemplo, el culto al dios Jano o las festividades
de los solsticios de verano e invierno) que se perpetuaron incluso
después del triunfo del culto cristiano (San Juan de verano y San
Juan de invierno), provocando la intervención de algunos
emperadores. Así por ejemplo, en el 399 Arcadio y Honorio
amonestaron a algunos Collegia por mantener algunas
costumbres paganas (CI 1,1,4).
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Jano, capilla de Saint-Vulphy, siglo
XVI, Rue (Francia) |
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La pervivencia de los collegia
fabrorum en la Edad Media
Desde el siglo XVIII, los
historiadores han venido discutiendo en qué medida las
corporaciones de oficio medievales fueron herederas de los
collegia fabrorum romanos y, en consecuencia, prolongaron
algunas de sus costumbres y conocimientos.
Tenemos documentada la existencia
en Italia de corporaciones de oficios en el siglo VI. Así, una
Carta del Papa Gregorio I al obispo de Nápoles advirtiéndole de
que amonestara al conde de Nápoles por interferir en la vida de
los jaboneros de la ciudad, prueba no solo la existencia de esta
corporación, sino que además tenía recursos suficientes como para
excitar al poder eclesiástico contra el poder civil.
Por su parte, el Edictus
Rotarii del año 643 recoge un Memoratorium de mercedibus
commacinorum (Leges Langobardorum, cc. 144-145, MGH, ed. F.
Beyerle, 1962, p. 37) que concede una serie de privilegios,
fundamentalmente económicos, a unos magistri commacini.
¿Quiénes eran estos commacini? Frente a la hipótesis que
hace de commacini un locativo derivado de los habitantes de
la isla del lago Como, el análisis filológico debe centrarse en
que el texto longobardo no menciona a unos comacini, sino a
los com-macini, es decir, a los maestros “cum mako”,
“cum machina” o “cum macina”. La palabra “mako”,
procedente del antiguo verbo de origen germánico (franco) “makon”
(alemán Mahen) que significa “construir” y del que deriva
la palabra makjo, será incorporada al latín como “macione”.
Así, San Isidoro de Sevilla menciona a los maciones o
machiones como constructores de paredes, equivalentes a los
muratores o murarii romanos. Poco tiempo después, la
palabra macion derivará en maçon (constructor).
Construcción de una torre. Lámina del siglo XIV. Museo Correr,
Venecia |
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Sobre la pervivencia de las
corporaciones de oficios y de los usos propios de los talleres de
cantería, Beda el Venerable proporciona un dato interesante. En
una de sus obras comenta que hacia el año 675 en el remoto
Wearmouth (Northumbria), su maestro Benito Biscop fue capaz de
levantar dos iglesias según técnicas constructivas al uso romano (more
romano), “con albañiles y demás obreros procedentes de la
Galia” (Bedae Venerabilis Opera Historica, ed. Plumier, I,
368). Esto parece probar que en Inglaterra, tras las invasiones de
pictos, anglos y sajones, ya no existían collegia fabrorum
debidamente cualificados por lo que hubo que contratarlos en la Galia. Otro
dato que suele aducirse como prueba de la pervivencia de las
corporaciones de oficio es el diploma del rey Ildebrando de 4 de
marzo de 746 por el que confirma a la iglesia de San Antonio de
Piacenza la cesión del tributo de treinta libras de jabón que
debían de entregar los jaboneros de la ciudad al Palacio regio.
En la polémica sobre el
origen de las corporaciones medievales, se olvida que el derecho y
las instituciones romanas tuvieron una perfecta y vigorosa salud
en la parte oriental del Imperio al menos hasta la caída de
Constantinopla en 1453. Es más, tras la desaparición del Imperio
romano de Occidente, alguno de sus territorios fue colonizado
materialmente durante siglos por Bizancio, especialmente el sur de
España y algunos territorios de la península itálica. De hecho, ya
la dinastía merovingia se dejó seducir por la cultura bizantina,
como también lo hizo el Imperio carolingio tras anexionarse el
reino longobardo y, con ello, la administración longobarda que
había acogido el sistema tributario romano y la organización
laboral vertebrada en torno a los officia romanos.
Aunque se admita que la
conquista lombarda en el Norte de Italia pudo romper la
continuidad de la organización gremial, los collegia fueron
reconstituidos, más pronto o más tarde, por la propia
Administración pública utilizando la planta institucional
bizantina. A pesar de la parquedad de los documentos de estos
siglos “mudos”, en Italia esta teoría ha sido probada en lo que se
refiere a los acuñadores de moneda (monetarii)
demostrándose la continuidad medieval de los collegia romanos.
Pero lo importante es que, al parecer, no fue un caso aislado. Los
reyes lombardos, y después de ellos los emperadores francos,
favorecieron la organización gremial como medio de percibir de sus
miembros contribuciones en dinero, especies o servicios a cambio
de una concesión formal de monopolio.
En algunas
ciudades de la Italia medieval
continuaba la tradición semántica romana occidental y oriental de
denominar a las corporaciones como collegium,
ministerium, officium, o scholae. Herederos de
las scholae bizantinas (Codex Iustinianeo 1, 23, 7)
son las corporaciones de oficios que aparecen en un documento de
principios del siglo XI que describe la organización de unos “ministeria”
dependientes del camerario del rey de Pavía en la segunda mitad
del siglo X (Honorontie civitatis Papie, MGH Scriptores
30,2, ed. por A. Hofmeister, Hannover, 1934, pp. 1444-1453). Allí,
los ministeria aparecen como asociaciones de hombres libres
que ejercen el monopolio de su oficio, aunque trabajan a la
órdenes y con salarios fijados por el monarca. El documento cita
a varios oficios o ministeria; acuñadores de moneda,
jaboneros, pescaderos, constructores de barcos…Y en 1164 Federico
Barbarroja emite un diploma de concesión de privilegios al conde
San Bonifacio en el que se menciona a los fornai y
macellai.
Caso singular es el de la
ciudad y comarca de Bolonia, cuyas corporaciones de oficio han
sido minuciosamente estudiadas. Tal documentación ha permitido
concluir; 1º que las corporaciones eran agrupaciones de
trabajadores de un mismo oficio; 2º que los jefes de tales
corporaciones se denominaban “ministrales”; 3º eran elegidos
anualmente por los miembros de cada corporación; 4º todos ellos
estaban obligados a acudir a la llamada de la autoridad, por
ejemplo en caso de incendio (“si vocatus ad regimen”), etc.
Por otra parte, los Estatutos de Bolonia de 1250 mencionan a los
iscarii como funcionarios municipales encargados de la
inspección y supervisión de determinadas actividades locales como
el control de las actividades profesionales, etc. Ahora bien,
tales iscarii podrían ser los herederos de los funcionarios
municipales de época longobarda, dado que asumen las mismas
funciones. Pero también es posible que esa reaparición del derecho
romano haya venido de la parte oriental del Imperio. A estos
efectos, es importante destacar la influencia ejercida por el
Libro del Prefecto en la normativa de algunos municipios
italianos. El Libro del Prefecto era un texto de derecho
bizantino que regulaba los diferentes ámbitos de la vida municipal
bajo la inspección de ese funcionario. Su influencia en las
ciudades italianas sirvió para centralizar aún más el control del
cobro de los munera (tributos) a las corporaciones profesionales y
determinar sus obligaciones, límites de su monopolio, privilegios
e inmunidades, reglas del oficio, etc. En todo caso, respecto a la
comarca de Bolonia, todo avala la continuidad y parentesco
institucional de funciones y competencias de los collegia
romanos, los corpora o scholae bizantinos y los
ministeria altomedievales en cuanto agrupaciones por razón del
oficio, bajo el control de la autoridad pública (el Municipio) y
obligados a prestaciones excepcionales a cambio de un régimen de
monopolio profesional que llevaba aparejada la concesión de
determinados privilegios.
Por otra parte, la
influencia bizantina no se limitó a la comarca boloñesa. La
documentación medieval de Nápoles, Roma, Ravena y otras ciudades
prueba la existencia de scholae de piscatorum,
aceiteros, “macellatorum”, sandalariorum, etc. desde
los años 943, 1002, 1030, 1115, 1158 por influencia de las
instituciones bizantinas y del Libro del Prefecto.
Igualmente, tenemos algunos datos que avalarían la transmisión del
arte constructivo bizantino en centroeuropa. Como ejemplo, en 1091
el obispo Meinwerk de Padeborn hizo construir la capilla de San
Bartolomé “per graecos operarios”.
A partir del siglo XIII,
el creciente poder económico y social de las corporaciones
profesionales estaba ya tan asentado como para propiciar la
entrada de sus representantes en los respectivos Ayuntamientos
y dirigir la vida municipal. Por estas fechas, los gremios
acumulaban fondos especiales de reserva, distribuían auxilios a
los miembros en desgracia, adquirían propiedades, dotaban
hospitales y aprobaban contribuciones regulares a casas religiosas
y otras obras beneficencia. Como cofradías, honraban a los
muertos, costeando el sepelio de los miembros pobres y asistiendo
a los servicios fúnebres. El Santo patrón era honrado con fiestas,
y se hizo costumbre general pagar a los predicadores más populares
por sus sermones en tales ocasiones. De las actas de sus reuniones
se comprueba que se celebraban con un ceremonial semejante al
observado en época romana. Se mantiene la práctica de la elección
periódica de sus altos oficiales, el procedimiento de votar por
bolas blancas y negras, etc.
En realidad, esta
continuidad esencial del sistema corporativo romano oriental en
Europa no debería extrañar tanto si reparamos en que todavía
prolongó su existencia siglos después de la caída de
Constantinopla en el año 1453. En efecto, merced a la influencia
del artesanado cristiano, todavía en las últimas décadas del siglo XIX Auguste Choisy pudo encontrar en las corporaciones de
albañiles de Constantinopla y en las grandes ciudades del Imperio
Otomano (como Salónica) la estructura, el ritual y los apelativos
mismos de las corporaciones de la época de Justiniano,
continuadoras a su vez de los collegia de la antigüedad
pagana. Sentado lo anterior, afirmar la continuidad medieval de
ciertos usos o prácticas corporativas romanas, no parece
descabellado.
Extractado de: Javier Alvarado
Planas, Heráldica, simbolismo y usos tradicionales de las
corporaciones de Oficio; las marcas de canteros, Madrid, 2009,
pp. 13-22.
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